A día de hoy, cuando escuchamos la palabra meditación, se nos sigue viniendo a la cabeza la imagen de alguien sentada con las piernas cruzadas y un halo místico. Algo reservado para personas con vidas muy «espirituales», «maestros iluminados» que están por encima de todo y de todos y automáticamente pensamos que eso no es para nosotras. Lo vemos como una experiencia o trance inalcanzable, alejado de la vida rutinaria y real.

Parte de esa creencia surge del concepto generalizado que se tiene del origen de la meditación, atribuyéndola única y exclusivamente a oriente y a la figura de Buda. Pensando que todo parte de ahí, del momento en el que Siddharta Gautama (Buda) decide abandonar sin mirar para atrás, literalmente, hijo, esposa, familia y palacio donde residia, para atender y dedicarse en cuerpo y alma a buscar respuestas a unas inquietudes existenciales que le habían surgido. Considerando que eran vitales en aquel momento por encima de todo. Compartió sus vivencias y experiencias,  transmitiéndose de generación en generación y es por ello que asociamos la práctica de la meditación a este personaje, ya que fue una de las herramientas que utilizó. Creándose una idolatración y una veneración en torno a la figura de buda, que por un lado ha encorsetado la práctica y por otro la ha alejdo de cualquier persona que no esté en la onda «espritual»  que se ha creado en torno a ella, y que suena ya un poco trillado, la verdad. Porque el día a día está cargado de realidades muy distintas a templos, retiros, inciensos y mantras… y todo esto a veces echa para atrás a la hora de plantearnos acercarnos a esta herramienta, privándonos de disfrutar de todos sus beneficios. Viéndose  desde fuera como algo místico, serio, aburrido, dogmático, difícil. Y para nada es así…

La atención plena y la meditación son atemporales. Vienen intrínsecas e innatas en el ser humano.

La atención plena es el estado natural e idóneo y la meditación la herramienta para llegar a ese estado. Y forma parte de todos los mortales de este planeta.

Por ello, conocerla, desmitificarla y hacerla cercana, es fundamental para poder abordarla, adaptarla e integrarla en nuestro día a día de manera natural y sin tantos adornos.

Es importante dejar claro lo que NO es meditación, ya que hay una serie de mitos alrededor de ella:

-No es dejar la mente en blanco. Es imposible, la función de la mente es pensar. Podemos entrenarla y educarla para que se convierta en nuestra aliada en vez de nuestra enemiga.

-No es para evitar la realidad, todo lo contrario, nos la muestra tal y como es y nos invita a relacionarnos con ella de manera más sana a través de los sentidos.

-No es pensar aguda o minuciosamente sobre algo. Observamos nuestros pensamientos sin apego ni rechazo.

-No pertenece a ninguna religión o tradición particular. La meditación es de todos y para todos vengan de donde vengan y vivan donde vivan.

La meditación nos ayuda a salir del concepto y pasar a la experiencia. Salimos del pensar la vida y nos adentramos en vivirla con mayúsculas y en primera persona.

Podemos y debemos adaptar la práctica como mejor nos venga a cada una. Elegir la forma que mejor se adapta a nosotras nos facilitará incorporarla de manera natural. Nada de seguir modas, patrones o imposiciones.

NO SÓLO HAY UN CAMINO

LO IMPORTANTE ES ENCONTRAR NUESTRO PROPIO CAMINO

Podemos hacerla sentadas, o por el contrario en movimiento; con caminatas, estirando el cuerpo, bailando, practicando cualquier actividad física diaria cotidiana, o cualquier cosa que nos guste y nos llene hacerla. Haciéndonoslo atractivo y divertido. Escuchándonos y siendo coherentes con nuestras necesidades y ritmos, sin forzarnos a nada que no vaya con nosotras. Sintiéndonos libres para ser  creadoras de nuestras propias prácticas, personalizando  las maneras de encontrar ese estado que nos devuelva la armonía y el equilibrio necesario para recuperar nuestro centro. Y desde ahí sentirnos más plenas y conscientes de poder hacer las cosas de otra manera, de poder hacer las cosas desde otro lugar, un lugar más real y auténtico. Ni más ni menos que nuestra propia manera de ser y estar en el mundo. Ahí está la verdadera meditación y atención plena.

 

Depende de cada una de nosotras realizarnos y celebrarnos, convirtiendo cada comida, cada conversación, cada prenda de ropa que nos pongamos, cada mensaje que transmitimos y todo lo que hacemos, en una obra de arte. Cualquier actividad mundana es una oportunidad para expresarnos plenamente. El alma es una dimensión artística, en ella reside nuestra capacidad para transformar todos los ámbitos de nuestra vida en arte.

Gabrielle Roth